Esperanza Fernández arrasa en la Torre del Cante y Julián Estrada se consagra en su debú

Nuevo lleno en el 38º Festival Flamenco, donde el cabeza de cartel José Mercé tiró de repertorio habitual y gustaron los nuevos talentos Juan Ramírez y El Guadiana. El grupo de baile de Sergio Aranda puso los ritmos de fiesta

Fue el mejor homenaje al cante jondo tras la reciente Declaración del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. La trigésima octava edición del Festival Torre del Cante, celebrado el pasado sábado en el Auditorio de El Portón de Alhaurín de la Torre, cumplió sobradamente las expectativas y dejó un gran sabor de boca, sobre todo, por la excelente actuación de la trianera Esperanza Fernández, poderosa y temperamental. También significó la consagración del debutante Julián Estrada, de Puente Genil, con quien la organización hizo justicia dos décadas después de haber ganado el concurso para noveles ‘Mirando a la Torre’, sin poder actuar en aquel momento en el festival.

Las gradas del coqueto recinto estuvieron repletas -más de 1.000 espectadores- durante las más de cinco horas de duende, cante y baile, cuyo gran atractivo era sin duda el cantaor jerezano José Mercé, cabeza del elenco artístico, y quien tiró sin alardes de su repertorio habitual para cumplir el guión quizá de los menos exigentes, si bien dejó su sello personal que le ha hecho tan habitual en este certamen y, por supuesto, en toda España. Gustó mucho una de las nuevas voces del panorama flamenco, el ganador del Concurso Mirando a la Torre, Juan Ramírez (de Mairena del Alcor), que abría la velada, así como el extremeño Antonio ‘El Guadiana’, lastrado por cerrar el festival, aunque con muy buenas maneras y dominador del compás, mientras que el toque de fiesta lo puso el cuadro de baile del malagueño Sergio Aranda, muy motivado y con ganas de agradar, protagonizando un variado espectáculo.

Gonzalo Rojo, incombustible presentador, secundado esta vez por Manuel López, condujeron la gala, que este año ha derivado en la contratación de dos primeros espadas solventes para garantizar el exigente nivel de calidad de la Torre del Cante, con la presencia además de jóvenes y nuevas voces y el peso específico del baile, a fin de seducir a todos los públicos posibles. Así, con algunos matices, la velada no defraudó a casi nadie, a pesar de que la crisis económica ha mermado en parte el elenco artístico del veterano festival comparado con otros años.

Así, la noche, muy calurosa, se inició con el joven Juan Ramírez, acompañado por el guitarrista oficial de la Peña Flamenca, Andrés Cansino, muy preciso y compenetrado con el cantaor. Desgranó malagueñas, soleá de triana alfarera, alegrías de Córdoba y fandangos, que hicieron disfrutar de lo lindo a la concurrencia, con la que conectó pronto. Fue un inmejorable comienzo que confirmó después el dúo de Puente Genil, Julián Estrada y el guitarrista Jesús Zarrías. A decir de muchos, el cantaor de la tierra de Fosforito fue el gran triunfador, teniendo en cuenta que debutaba en estas tablas. Y es que este joven de larga experiencia, reconocido en 1998 con dos premios en el Festival de Arte Flamenco de Córdoba, se quitó la espinita de 1990, con una interpretación de cantes de trilla ‘a capella’, sin acordes de guitarra. Sobrio y contundente, sorprendió con una malagueña, alegrías de Cádiz, en la que se entregó, además de otros palos más clásicos y serios que hicieron las delicias del público. El toque era limpio y lleno de matices, lo que engrandeció su actuación. Estrada viene de presentar últimamente un disco que está revolucionando el panorama flamenco: ‘Al aire’. Por algo será.

Cerró la primera parte de la velada el veterano Mercé, quien sin despeinarse y tirando de manual de festival, se metió en el bolsillo a sus incondicionales, baile incluido, si bien dejó un sabor agridulce a los más puristas y a quienes exigen mayor entrega del considerado cabeza de cartel. Cantó unos tres cuartos de hora a base de malagueñas, soleá, seguiriya, alegrías y bulerías, acompañado de forma sorpresiva por Diego del Morao, hijo de su tocaor habitual, Moraíto Chico. Hay quien advirtió algo de falta de compenetración, aunque fue una actuación sólida, eso sí, sin alardes. Mercé, con su soltura habitual, se levantó a dar unos pasos de baile, jaleado por el público, y cerró su intervención con todo un clásico: el habitual ‘Aire’.

El jerezano, calificado por Gonzalo Rojo como una de las grandes figuras del flamenco de los últimos 60 años, acaba de presentar su último disco, ‘Ruido’.

Tras el descanso llegó el torbellino: el vigor, la fuerte personalidad y la entrega de la sevillana Esperanza Fernández se mezclaron en una de las actuaciones más memorables de la Torre del Cante en los últimos años. Durante casi una hora, la triunfadora de la noche se repuso de su chasco en la edición de 2010 -no quedó contenta- y desplegó su potente y alegre voz, engrandecida por la excelente guitarra de Miguel Ángel Cortés. Este tocaor, uno de los músicos con mejor proyección, y que ha colaborado incluso con artistas como Luz Casal o el ex Rolling Stone Mick Taylor, fue el complemento perfecto de la trianera, que interpretó una cantiña, soleá, tangos del titi y bulerías, entre otras piezas, para deleite del auditorio. Su baile característico, personal y temperamental, además de sus chispazos de genialidad, cantando a veces sin micrófono, terminaron por dejar entregado al público, que la jaleó en numerosas ocasiones.

El turno del baile correspondió al artista de la tierra Sergio Aranda, de Puerta Blanca. Secundado por las guitarras de Francisco Vinuesa y Raúl Vicenti, las voces de Luisa Muñoz y Raúl Leiva y la percusión de Miguel ‘El Nene’, se deesvivieron por poner los aires de fiesta propios de un festival y que es tan del gusto de los más jóvenes. Entre bulerías y palos alegres, el grupo ofreció un buen espectáculo, con garra, con mucha ilusión y con empeño, aunque el artista, ya exhausto, se disculpó, porque habría querido ¿dar más de mí¿.

Cerró la velada el representante de Extremadura, Antonio Suárez Salazar ‘El Guadiana’, cantaor de oficio, buenas maneras y que interpretó cantes con gran ortodoxia. Integrante de una de las mejores sagas de esa tierra -es sobrino de Porrina de Badajoz, hermano de Ramón ‘El Portugués’ y primo de La negra y de Juan Salazar- y con un más que aseado guitarrista, Carlos de Jacoba (Motril), sin embargo el hecho de ser el último artista de la noche le pasó factura, porque parte del público ya se había marchado y le costó contectar. Debutó en esta Torre del Cante y se le vieron magníficas hechuras, en una voz con mucho compás y habituado a los tablaos en vivo. Se le equipara a Diego el Cigala o Pitingo, aunque tiempo tendrá de rehacerse y triunfar de nuevo aquí, sin tanta frialdad. Obtuvo aplausos templados, que seguro serán mayores próximamente.

En definitiva, la 38ª Torre del Cante, organizada por la Peña Flamenca del mismo nombre con el patrocinio del Ayuntamiento, la Diputación de Málaga y la Fundación de las canteras, ha vuelto a triunfar gracias a un cartel sobre seguro.

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