La Corporación Municipal celebra el XXXV aniversario de la Constitución Española

Nutrida presencia de representantes políticos y sociales. El alcalde pronuncia un discurso en el que ha reivindicado el espíritu de 1978, ha atacado la corrupción política y ha llamado a la paz social respecto a la derogación de la Doctrina Parot y la excarcelación de terroristas y asesinos. Entregadas medallas a agentes de policía por años de servicio o acciones valerosas

A mediodía de hoy, la Corporación Municipal de Alhaurín de la Torre al completo ha celebrado en la plaza del Ayuntamiento, junto con distintas autoridades civiles, fuerzas de seguridad y representantes de la vida social y cultural, un sencillo acto para conmemorar el trigésimo quinto aniversario de la Constitución Española. El tradicional encuentro institucional ha comenzado con el izado de la bandera nacional y la entrega de condecoraciones con la Cruz al Mérito Policial a varios agentes del cuerpo municipal por sus años de servicio (distintivo verde) o por acciones valerosas (distintivo rojo), en cumplimiento del acuerdo del Pleno de abril de 2013.

A continuación ha tenido lugar el discurso oficial, pronunciado por el alcalde, Joaquín Villanova (lo reproducimos íntegramente al final de esta nota de prensa), quien ha proclamado la importancia de festejar este fecha, a pesar de las dificultades que vive el país: »Actos como el de hoy resultan imprescindibles como manifestación de recuerdo a una de las Constituciones más avanzadas del mundo Occidental. Y también es un momento de reivindicación y homenaje a aquella generación de políticos y ciudadanos que la hizo posible, y a quienes les estamos muy agradecidos por su esfuerzo, refrendado después por millones de españoles, porque gracias todos ellos hoy disfrutamos de unos derechos democráticos inalienables y suficientemente garantizados por las leyes».

El regidor ha analizado los perniciosos efectos de la crisis económica y sus derivaciones sociales, además de la crisis institucional y política que afecta al descrédito de la clase política: »Instituciones básicas de nuestra estructura constitucional se han visto enfrentadas y deslegitimadas por un uso partidista de las mismas. El propio modelo autonómico ha sido puesto en tela de juicio desde diversos frentes y con diferentes argumento, cuestionándose así un modelo de convivencia con treinta y cinco años de vida. Y también la corrupción política, que por culpa de algunos sinvergüenzas que han metido la mano en el cajón, han hecho caer a la clase política en general en un descrédito enorme, a veces injusto y desmedido, pero que nos tiene que hacer reflexionar a todos. Los políticos honrados, que somos mayoría, tenemos que procurar aislar a los no honrados, que son minoría. Quiero hacer una defensa a ultranza de la vocación de servicio público de la mayoría de políticos españoles y de cumplimiento estricto de los derechos y libertades emanadas de la Constitución Española».

Villanova ha reivindicado el papel decisivo de los gobernantes para revertir la situación de crisis y propiciar la recuperación económica, defendiendo para ello las medidas del Gobierno actual: »Asumimos que este esfuerzo regenerador debe centrarse en conseguir la pronta generación de empleo, algo que se presenta como indispensable para que España se estabilice, para que aumente la confianza de nuestros ciudadanos, para reforzar su dignidad y concretar sus derechos. En otras palabras: Cuando se crea empleo crece la libertad. Por eso, siendo conscientes de que muchas de las medidas y reformas que el Gobierno actual ha emprendido no han sido bien recibidas o bien entendidas; siendo conscientes de que en un primer momento han podido tener un impacto negativo, el fin último no es otro sino crecer y mejorar para sacar a España del pozo profundo en el que se encontraba».

El regidor ha tenido palabras elogiosas para los llamados ‘Padres de la Constitución’ y su espíritu de generosa conciliación para elaborar la Carta Magna en unos tiempos tan complicados. Ha pedido »’altura de miras y consenso» para abordar los grandes retos de la España de hoy y ha hecho un llamamiento a la mesura y a la calma social ante la derogación de la Doctrina Parot por parte de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha causado la salida de prisión de terroristas y asesinos.

»La oleada de incomprensión por esa decisión judicial nos toca de lleno en lo más profundo del ser humano, los sentimientos: ¿cómo conjugar el dolor de las víctimas y de sus familiares con el respeto a las leyes y al ordenamiento jurídico y la convivencia en las calles con esos asesinos que han cometido crímenes repugnantes? ¿Cómo hacer ver que la razón y la norma han de estar por encima del corazón, de los instintos primarios?. En momentos como éste, hay que dejar muy claro que se debe estar a la altura de las circunstancias y de la Constitución. Nos puede indignar, pero nunca dar pábulo a actitudes antidemocráticas. Nos puede causar asco, pero la Justicia ha hablado y tenemos que respetar sus dictámenes, aunque parezcan incomprensibles a primera vista».

Al término del discurso, se ha procedido al izado de la bandera española y a la interpretación del himno nacional por parte de la Banda Municipal de Música de Alhaurín de la Torre, que posteriormente, una vez concluido el acto, ha amenizado a los presentes con un pequeño concierto.

TEXTO ÍNTEGRO DEL DISCURSO OFICIAL DEL ALCALDE

Ilustrísimos Señores Concejales y Señoras Concejalas del Excmo. Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre; Ilmos. Hijos Adoptivos y Predilectos de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sr. Director del Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sr. Juez de Paz; Ilustrísimas autoridades y representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; representantes de asociaciones, peñas, cofradías y colectivos de Alhaurín de la Torre; Pueblo de Alhaurín de la Torre; ciudadanos y ciudadanas, señoras y señores:

Celebramos otro 6 de diciembre, y ya son 35 años, para conmemorar la llegada de la Constitución, que inauguraba una nueva época para España. Y nuevamente lo hacemos aquí, en la plaza del Ayuntamiento, corazón de la Democracia Local, para rendir un tributo conjunto a la aprobación, por parte de todos los españoles, de la Carta Magna de 1978. Parece que no, pero han pasado muchos años, toda una generación, desde que se iniciara la era de mayor libertad y prosperidad en nuestra historia reciente. A pesar de las dificultades que atraviesa nuestro país, actos como el de hoy resultan imprescindibles como manifestación de recuerdo a una de las Constituciones más avanzadas del mundo Occidental. Y también es un momento de reivindicación y homenaje a aquella generación de políticos y ciudadanos que la hizo posible, y a quienes les estamos muy agradecidos por su esfuerzo, refrendado después por millones de españoles, porque gracias a todos ellos hoy disfrutamos de unos derechos democráticos inalienables y suficientemente garantizados por las leyes.

A nadie escapa que España se enfrenta hoy, a finales de 2013, a profundos retos y a grandes desafíos, muy distintos de aquel 1978, desconcertante pero ilusionante para todo un país. Vivimos momentos de gran dificultad en todos los órdenes, que son fruto de la acumulación de los efectos de una grave situación de crisis, manifestada en varias dimensiones que se han ido superponiendo a lo largo de los últimos años. La dramática dimensión económica, por culpa del paro y la deuda pública disparada, ha generado desconfianza, ha aumentado el riesgo de de la sostenibilidad de los servicios públicos esenciales, ha lastrado la cohesión social y ha puesto en peligro la solidaridad con los más débiles.

Luego está la dimensión social de la crisis, por la que valores asentados desde hace 35 años en nuestra sociedad han sido puestos en cuestión, causando desorientación y falta de referencias claras en amplios sectores de la misma. Por otro lado, la aplicación de ideologías excluyentes, empleadas incluso para reinterpretar nuestra Historia, ha causado profundas fracturas sociales, poniendo en peligro el legado de consenso y reconciliación que los españoles disfrutábamos desde hacía décadas.

También sufrimos la crisis en su vertiente política y representativa. Instituciones básicas de nuestra estructura constitucional se han visto enfrentadas y deslegitimadas por un uso partidista de las mismas. El propio modelo autonómico ha sido puesto en tela de juicio desde diversos frentes y con diferentes argumentos, cuestionándose así un modelo de convivencia con treinta y cinco años de vida.

Y también la corrupción política, que por culpa de algunos sinvergüenzas que han metido la mano en el cajón, han hecho caer a la clase política en general en un descrédito enorme, a veces injusto y desmedido, pero que nos tiene que hacer reflexionar a todos.

Los políticos honrados, que somos mayoría, tenemos que procurar aislar a los no honrados, que son minoría. Quiero, por tanto y en primer lugar, hacer una defensa a ultranza de la vocación de servicio público de la mayoría de políticos españoles y de cumplimiento estricto de los derechos y libertades emanadas de la Constitución Española y de las normas que los desarrollan.

Los que tenemos la responsabilidad de gobernar también asumimos que una parte principal e inmediata de este esfuerzo regenerador debe centrarse en la recuperación económica para conseguir la pronta generación de empleo, algo que se presenta como indispensable para que España se estabilice, para que aumente la confianza de nuestros ciudadanos, para reforzar su dignidad y concretar sus derechos, y para que cada persona tenga la capacidad de administrar su propia vida y pueda alcanzar sus metas. En otras palabras: Cuando se crea empleo crece la libertad.

Por eso, siendo conscientes de que muchas de las medidas y reformas que el Gobierno actual ha emprendido no han sido bien entendidas; siendo conscientes de que en un primer momento han podido tener un impacto negativo, el fin último no es otro sino crecer y mejorar para sacar a España del pozo profundo en el que se encontraba.

Asumimos como gobernantes el coste político y el desgaste que algunas de esas decisiones nos están causando, pero os puedo asegurar que los sacrificios que a todos nos toca realizar tendrán su recompensa. La estabilidad empieza a ser un hecho y la recuperación llegará más temprano que tarde, estamos seguros. Y aunque ahora no se comprenda bien por parte de la ciudadanía, lo que el Gobierno y el Parlamento hacen hoy repercutirá en que mañana tengamos una España más fuerte, competitiva, sólida y cohesionada en todos los órdenes.

Y eso, señoras y señores, también es luchar por la Libertad y por los Derechos Constitucionales. Lo contrario, o sea, no hacer nada y no tomar decisiones, sería un acto de irresponsabilidad, de cobardía, de desgobierno, o directamente de mal gobierno y de tirar por la borda lo mucho que se ha conseguido en tres décadas y media de Democracia. Y creo que de eso hemos tenido demasiadas muestras hace unos años.

En un día como hoy, lo dije antes, es momento de asumir el legado de respeto, consenso y convivencia generado en la Transición y que nuestra Constitución recogió en una serie de principios fundamentales: la unidad de la nación Española; la soberanía nacional, de la que es exclusivo titular el conjunto del pueblo español; la igualdad y solidaridad entre todos los españoles; la monarquía parlamentaria; un avanzado Estado social y democrático de derecho y una amplia descentralización política dentro de la unidad de España.

Esto sigue siendo irrenunciable para los que tenemos la obligación y el honor de gobernar. Por eso es momento de poner en valor la Constitución actual, destacar su espíritu de libertad, de consenso y de pluralidad frente a esas voces que apuestan por la ruptura con el modelo que ha venido funcionando, con más luces que sombras, durante 35 años.

Y os pido que no me entendáis mal: no estoy atacando a quienes critican la supuesta inmovilidad de la Constitución, están en su perfecto derecho. Solo reivindico, y espero el mismo respeto y tolerancia por su parte, lo que millones de personas piensan: que este modelo funciona, que España ha mejorado mucho desde los años 7o en adelante gracias al desarrollo normativo basado en los principios constitucionales y que hay mucho más que nos une como ciudadanos españoles que lo que nos pueda separar.

Por eso hago votos por defender y apoyar algo que funciona, que está sano y que quizá solo necesite retoques puntuales y chequeos ordinarios, no cirugía invasiva ni tratamientos en profundidad o paliativos, por usar un símil médico.

Antes mencioné que estamos pasando por un duro momento económico y social. Y también cité el descrédito de la clase política. Y, encima, estos días estamos sufriendo un fenómeno con el que no contábamos: El fallo de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dirime una cuestión jurídica sensible en el sentido peor para las exigencias de justicia y reparación a las que deberían hacer frente verdaderos asesinos en serie de los que no se puede predicar arrepentimiento ni signo alguno de reinserción. Pero el fallo de Estrasburgo no es solo, por desgracia, relevante en sí mismo. Lo es también por el contexsto en el que hay que situarlo. Y es en este contexto, más que en su argumentación, en el que la sentencia pone de manifiesto no tanto un desacierto jurídico de los tribunales españoles en la elaboración y aplicación de la denominada ‘Doctrina Parot’, sino un fracaso cívico y democrático cuyo efecto retardado ahora sufrimos, muy principalmente las víctimas directas del terrorismo.

Todos los días se erosiona nuestra moral ver cómo terroristas, violadores y asesinos salen de la cárcel por mandato de la Audiencia Nacional, al no ser posible mantenerlos en prisión por un complejo mecanismo legal que no voy a explicar aquí. La oleada de incomprensión por esa decisión judicial nos toca de lleno en lo más profundo del ser humano, los sentimientos: ¿cómo conjugar el dolor de las víctimas y de sus familiares con el respeto a las leyes y al ordenamiento jurídico y la convivencia en las calles con esos asesinos que han cometido crímenes repugnantes? ¿Cómo hacer ver que la razón y la norma han de estar por encima del corazón, de los instintos primarios?

En momentos como éste, hay que dejar muy claro que se debe estar a la altura de las circunstancias y de la Constitución. Nos puede indignar, pero nunca dar pábulo a actitudes antidemocráticas. Nos puede causar asco, pero la Justicia ha hablado y tenemos que respetar sus dictámenes, aunque parezcan incomprensibles a primera vista.

No podemos caer en el populismo fácil y en el llamamiento a rebelión social, ni tampoco cargar las tintas contra nadie en concreto. Como demócratas que somos, no podemos aplaudir manifestaciones públicas en caliente a favor de barbaridades como la pena de muerte, o aberraciones como linchamientos públicos al estilo del Oeste americano del siglo XIX.

Podemos no compartir, podemos discrepar de un criterio judicial que, para nosotros, no sea correcto, pero hay que tener la cabeza muy fría y sentarse a estudiar nuestras leyes y nuestro Código Penal, a fin de mejorarlo y evitar que en el futuro se produzcan estos desajustes legales. Y conviene hacer mucha pedagogía al respecto, desde las instituciones, desde la ciudadanía y desde los medios de comunicación, que han de ser nuestros grandes aliados para mantener el clima de convivencia y paz social ante temas muy peliagudos como éste. En otras palabras: tenemos que dejarnos la piel para que tolerancia, respeto y comprensión queden por encima de sus antónimos.

Estoy plenamente convencido de que podemos sacar algo positivo de todo esto. Expertos, juristas y legisladores todos trabajando al unísono para mejorar la normativa del Código Penal, con sosiego, experiencia y respeto escrupuloso por la Norma Máxima del Estado, la Constitución. Éste es el único camino lógico y cargado de sentido común y eso es lo que quiero reivindicar en este 6 de diciembre.

Y es que, señoras y señores, no es la primera vez que nuestro país se enfrenta a momentos tan cruciales como los de ahora. Por otras motivaciones y con otras circunstancias, pero con un ambiente complicado y unos ánimos a veces caldeados. Si miramos atrás y nos remontamos a los años de la Transición, a mediados de los años 70, al germen y núcleo de lo que hoy festejamos con alegría, nos daremos cuenta de que, en realidad, el papel de los llamados ‘Padres de la Constitución’ era todo un papelón. Un papelón y un desafío enorme. Poner la puntilla al régimen franquista con espíritu conciliador y con una Norma Máxima al gusto de una mayoría engendró no pocos desencuentros entre sus artífices. Es más: el acuerdo final se logró a base de altura de miras y de una tolerancia extrema. Más de mil enmiendas, miles de horas de trabajo y reuniones maratonianas, enfrentamientos a veces agrios entre facciones políticas diametralmente opuestas… Y sin embargo, se llegó al consenso. O a un consenso mínimo necesario.

Éste es el espíritu que yo trato de recuperar con mis palabras. El acuerdo es posible. Cierto es que siguen alzándose voces hoy que creen que una parte cedió más que otras, que el acuerdo no fue todo lo ecuánime que se esperaba… Pero creo que no es momento de alimentar debates rupturistas o de cobrarse alegremente viejas deudas morales, territoriales, políticas o de articulación del Estado. Más bien al contrario, como dije antes, cualquier diálogo político debe estar trufado de altura de miras y de generosidad, sin olvidar el sosiego y el sentido común y, sobre todo, que las prisas son malas consejeras.

El destino de 47 millones de españoles, integrados en un espacio europeo con más de 500 millones de ciudadanos con intereses comunes y cientos de años de trayectoria común, no puede depender de las ocurrencias de unos ni de las prisas de otros por salirse de las reglas establecidas hasta ahora, sobre todo, si las reglas han dado resultado gracias, entre otras cosas, a una Constitución útil y vigente, que tenía en sus sólidas bases un argumento irrenunciable: la solidaridad interterritorial.

Todo lo que sea cambiar o modificar el contenido de la Constitución requiere esos ingredientes: altura de miras, tolerancia, experiencia, respeto y espíritu conciliador. Y tiempo. Sin fecha de caducidad. Sin exigencias previas ni argumentos falaces. Con ánimo de consenso y que busque un mínimo común denominador a 47 millones de hombres y mujeres que conforman el pueblo español. Insisto: ruego que no se malinterpreten mis palabras: no niego el derecho a hablar sobre la Constitución y el modelo en que se apoya, ni cuestiono el derecho a discrepar o a disentir. Faltaría más. Reclamo que se haga con sentido común siempre y cuando se den las circunstancias idóneas a nivel político, parlamentario y social.

Pero creo que todo el mundo estará de acuerdo en que las prioridades de la España de hoy son otras. Y en ello se está trabajando. Y ojo: si no gusta la labor del Gobierno de turno, las urnas y el pueblo soberano decidirán.

Todo lo demás, a mi juicio, son castillos en el aire y ganas de salirse por la tangente para no afrontar la propia incapacidad, algo tan típico en los malos gobernantes que no miran más allá de sus narices.

El Estado de las Autonomías de España, bajo el paraguas del sistema de Monarquía Constitucional Parlamentaria ha progresado adecuadamente en las cotas de autogobierno de los distintos territorios. Y ya me pregunté antes qué sentido tiene tocar lo que funciona y qué propósito pueda haber y además, hacerlo inmediatamente. Nuestro país ha avanzado más en 35 años que en casi dos siglos de vaivenes históricos y sociopolíticos.

Nuestro país ha demostrado que ha aprendido la lección: la estabilidad lograda con tesón y determinación desde 1978 no se asemeja en nada a las décadas que siguieron a nuestra primera experiencia constitucional aprobada por el pueblo en 1812 en las Cortes de Cádiz. A pesar de lo que suele ocurrir, la Historia no se repitió. Los derechos y libertades emanados de la Carta Magna de 1978 están ahí, intactos, y el resultado es palpable. Fue, en suma, un salto cualitativo, un texto que supo estar a la altura de aquellos años y, por supuesto, donde sigue cabiendo absolutamente todo el mundo a día de hoy.

Señoras y señores: lo que trato de expresar es que la Constitución Española sigue siendo el mejor garante de la igualdad entre los españoles, con los mismos derechos y obligaciones y sin privilegios en función del lugar donde se nazca o se viva. La Carta Magna nos ha hecho progresar y, sin duda alguna, continúa siendo el marco idóneo para superar tanta penuria que nos azota en estos duros años.

La Constitución Española no es la causante de la crisis, pero sí es el marco válido y un referente para salir de la crisis. Y no solo por las leyes parlamentarias basadas en la Carta Magna, algunas intactas y otras, reformadas en todo este periplo. Sino porque el espíritu de unidad social que dio paso a la Constitución es el que debe alumbrar el camino para salir del túnel. Si salimos de la oscuridad hace 35 años, somos perfectamente capaces de salir ahora. Eso sí: todos juntos y remando en la misma dirección. Aportando ideas, sabiendo escuchar, siendo generosos y sumando esfuerzos. Apelando a aquello que nos hizo grandes tras la caída del régimen franquista: el espíritu constructivo y generoso del que salieron esas raíces tan sólidas que caracterizan al árbol de nuestra Constitución.

Señoras y señores, voy terminando:

Hace 35 años triunfó la ilusión de todo un pueblo, encarnada en un texto que apostó por la libertad y prosperidad. Pero aquello no fue el final del camino, sino el principio. Un camino que aún no ha hemos recorrido del todo y que nos depara multitud de etapas: muchas ilusionantes, otras desconcertantes. Pero cada una de estas paradas, podéis estar seguros, cobrará pleno sentido porque persigue el mismo propósito: un pueblo español próspero, unido en un país moderno y avanzado. Podemos, sin duda, seguir estando orgullosos de nuestra Constitución y nuestra Democracia, aunque, está claro, el sistema no sea perfecto.

Para terminar, quiero darle las gracias de corazón a todos los aquí presentes y desearles un muy feliz Día de la Constitución.

¡Viva España! ¡Viva Andalucía! ¡Viva Alhaurín de la Torre! ¡Viva la Constitución!

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